Este Levante nos duele
Errores groseros jamás corregidos, pérdida de identidad y un desastre de gestión. ¿Este es el club que queremos?
Hola a todos.
Hace tiempo que no escribo por aquí y esta vez lo hago para despedir una temporada desastrosa que me encantaría olvidar. Pero como la memoria en el fútbol es muy necesaria, hoy, a ti, granota de corazón, te envío esta reflexión.
Después de 36 jornadas en las que hemos arrastrado el escudo por los campos de primera división, el Levante vuelve a segunda. Ni los 3 entrenadores ni los fichajes de exvalencianistas como Mustafi o Soldado ni el efecto Miñambres nos han salvado. A nivel deportivo, hemos caído a lo más bajo. El descenso es justo.
En otro tiempo, cuando el fútbol era solo un deporte, podríamos decir que la culpa es de los jugadores, que no tienen compromiso, que no se cuidan, que no han rendido, etc. Y sí, la plantilla tiene responsabilidad de la debacle, pero en este negocio actual, lo que ocurre en el verde está estrechamente relacionado con las decisiones en los despachos.
Aunque la próxima temporada compitamos en LaLiga Smartbank, el Levante Unión Deportiva ha demostrado desde hace tiempo que es una entidad de mucha menos categoría. Somos un club preocupantemente desprofesionalizado porque:
Desde junio de 2019, cuando despidieron a Tito, hasta febrero de 2022, con la llegada de Miñambres, no hemos tenido una dirección deportiva profesional.
Desde junio de 2015, tenemos un servicio médico incompetente que ha agravado la lesión de algunos jugadores y retrasado las recuperaciones de otros.
Desde agosto de 2010, tenemos un gabinete de comunicación que en lugar de velar por los intereses de la entidad, solamente defiende la figura de un directivo.
Desde enero de 2022, cuando dimitió Javier Vich, no tenemos un director de Gestión y Desarrollo de Negocio.
Desde diciembre de 2009, tenemos un Consejo de Administración cuyo núcleo duro coincide con aquel que nos llevó a la quiebra bajo la presidencia de Pedro Villarroel.
Desde agosto de 2018, hemos desaprovechado más de 50 millones de euros de las ventas de Lerma, Boateng, Moses y Cabaco que no solo deberían haberse invertido mejor en fichajes1 sino también en otras áreas para hacer crecer al club.
Desde diciembre de 2019, vivimos con un proyecto caduco que debería haberse renovado, pero que en su lugar ha perpetuado al máximo dirigente a razón de aproximadamente 500.000 euros anuales.
Desde el verano de 2017, tras el último ascenso, el club ha construido un búnker tirando a la prensa progresivamente de las expediciones, los entrenamientos y las ruedas de prensa y convirtiendo a los futbolistas en personas inaccesibles hasta para los aficionados.
Desde febrero de 2008, el Levante no es de los levantinistas, sino de un grupo de oligarcas afines al Consejo que sin poner un solo euro son los dueños del club.
Desde siempre, Quico Catalán interviene personalmente en todas las áreas del club. Si algo garantiza el desastre en una empresa, es centralizar el poder en una única persona y carecer de profesionales especializados con potestad para tomar decisiones.
Este es el Levante que nos toca vivir, un club que acumula errores no subsanados y con heridas abiertas que están lejos de curarse porque, entre otras cosas, el “doctor” que debe hacerlo no sabe ni qué tratamiento aplicarle al enfermo.
Me entristece ver en qué se ha convertido aquel club familiar que fuimos un día. Ni cercanía, ni excelencia, ni transparencia, ni humildad… ya nada queda. Al contrario. Si tuviera que definir los valores que representan hoy al club destacaría la arrogancia, el despilfarro, la improvisación, la chapucería y el postureo.
Espero no ser el único que ve cuán corrompido está este Levante. Hace tiempo que no me representa ni dentro ni fuera de los terrenos de juego y solo la reacción de la grada en este final de temporada me hace pensar en un futuro mejor. Lo demás me genera un rechazo tan grande que me hace preguntarme: ¿Así es como quiero que sea a mi equipo? ¿Se repetirá la misma historia o por fin se tomarán cartas en el asunto?
Si Quico Catalán, “por responsabilidad”, continúa, que se deje de falsas promesas y proyectos faraónicos. Menos palabras y más hechos. Ya llegamos tarde y ver al club así, duele un poco más cada día.
Aunque Tito fuera, en parte, responsable de los fichajes fallidos, no podemos olvidar quién cierra las operaciones económicas en este club. Me pregunto qué pudo pasar en esos despachos donde los agentes y los clubes aprietan para conseguir mejores condiciones.